El colorido en el contexto urbano refuerzan y realzan la dinámica del paisaje propio de la ciudad. La permanente presencia de las personas en el lugar donde se desplazan cada día, ese ir y venir como símbolo y sentimiento de interconexión, propician encuentros, que al final, generan intercambios grupales, el espectador es uno más de los individuos posibles, sin que sea posible, el aislamiento, la estática física ni la mental.
La obra abstrae la velocidad, la necesidad de las intersecciones, el sentido y la orientación hacia diferentes destinos, que aparentan un laberinto con una llegada al punto de partida, pero es la presentación fractal la que permite hacer evidente el vehículo que comunica, expande espacios dentro del mismo espacio y además, nos conecta y nos separa, de acuerdo a su ordenamiento.